Nuestro Dojo
Queremos dar las gracias a todos aquellos que han colaborado y hecho posible la realización de uno de los sueños más importantes de nuestra labor en el Aikido, el tener nuestro propio Dojo, pero no cualquier Dojo, sino uno que fuera construido por nuestras propias manos, donde detrás de cada clavo, pilar y viga puesta, estuviera la historia de cada uno de ustedes. Hoy en día cada pared, cada pilar, o cada cuadro puesto en el, nos hace recordar esta dedicación y esfuerzo que han brindado, y que gracias a ello nuestro Dojo es un Templo, donde nos esforzamos por crecer no tan solo como Aikidokas, sino como personas. Es por esto que el Samu (Trabajo) continuará siendo una de las enseñanzas más importantes de nuestra práctica. Hoy en día el lavar el tatami, el regar el jardín, barrer los pasillos, pintar el Dojo o traer flores o frutas para el Kamiza (altar), se han convertido en nuestras ofrendas, que desinteresadamente nos llenan de una tremenda riqueza, el aprender a entregar nuestra actividad sin pedir nada a cambio, más bien tenemos que agradecer la enseñanza que nos brinda el Samu ya que si somos capaces de hacer limpieza en nuestro entorno, sabremos como hacer limpieza de las cosas indeseables del corazón. Por eso no olvide que cuando está realizando el Samu, ya sea, barriendo, decorando, reparando, lavando o limpiando está purificando el ambiente y también su interior, ofrézcaselo al Kamiza, entréguele el mejor servicio que ud. puede realizar, y cuando aprenda a hacerlo muy bien, enséñele a otro.


Quiero compartir con ustedes un pasatiempo trascendental que se llevo a cabo hace 500 años atrás en india, nos enseña el entusiasmo que deberíamos tener, con nuestro lugar de practica marcial o espiritual.

Limpieza Del Templo de Gundicha.

Por la mañana, un monje, tomo su escoba y un balde, y se dirigió al Templo. El monje comenzó en el área entre el Templo y el lugar de reunión, luego limpió y lavó con gran júbilo, cantando los santos nombres de dios todo el tiempo. De manera similar lo siguieron, inspirados 100 monjes más entregados a la limpieza.

Todo el hermoso cuerpo del monje estaba cubierto de polvo, se veía trascendentalmente hermoso. A veces, mientras limpiaba el Templo, el monje derramaba lágrimas de felicidad y en algunos lugares limpiaba las cosas con ellas.

El monje recogió la basura, paja, polvo y granos de arena llevándola en su propia ropa hacia un solo lugar y después de sacar toda la basura, baldeo el Templo, lavando las paredes y el piso con sus ropas y luego lavo el altar con sus propias manos.

Una vez terminada la labor el monje dijo a los demás “Puedo decirles que han realizado su labor espléndidamente, esto se aprecia tan sólo con ver la cantidad de basura que han recogido”. Aunque todos habían recogido la basura en una sola pila, la pila del monje era la más grande.