Aikido y los niños.
El Aikido como arte marcial va mucho más allá de entregar herramientas de defensa y protección frente a una agresión. Es una disciplina que además permite al alumno conectarse con sus emociones, ayudando a trabajar sobre el egocentrismo, la agresión y el individualismo entre otras. En la práctica del Aikido estas emociones afloran inconscientemente a través del trabajo corporal y al manifestarse se encuentran con resoluciones tan significativas como la no oposición, la armonización con el atacante, la unión y la manifestación de la energía (Ki), aprendizajes que son pilares fundamentales en esta disciplina. Estas resoluciones surgen como una acción controlada y serena que permite disipar toda acción de conflicto existente sin necesidad de destruir o aniquilar a nuestro agresor. En la práctica además se estimulan acciones como cuidar y proteger a nuestro Uke (el que ataca) ya que es parte del protocolo dentro del Dojo (lugar de entrenamiento) y a la larga estimula y fomenta la compasión, gratitud y respeto, virtudes propias del Aikido. De esta forma se quiere dar a toda la comunidad los beneficios que conllevan la práctica y así contribuir a través de la actividad física con la calidad de vida.

Es en este contexto que todo aquel que no ha tenido la oportunidad de presenciar una clase de Aikido para niños, no se imagina lo diferente que es, con respecto a la idea preconcebida de una típica clase marcial. Por eso cuando presencian una, se maravillan con lo innovador y distinto de la práctica. Partiendo por la calistenia que envuelve al niño en una serie de ejercicios llenos de entretención durante 40 minutos aproximadamente. En la cual se encuentran ejercicios propios de Aikido llamados Aiki Taiso, ejercicios de elongación, flexibilización, resistencia, respiración entre otros. Todo esto bajo un enfoque lúdico de manera que llega al niño casi sin notar que se encuentran en un proceso que con el tiempo aumentará en ellos la autoestima, confianza y disciplina. Posteriormente se desarrolla la serie de técnicas donde comienzan explorando sus capacidades físicas. Bajo los niveles de complejidad de una técnica, ellos imitan e incorporan la capacidad de observar, desarrollando gestos motores cada vez más cercanos al modelo, estimulando desde temprana edad la coordinación corporal que conlleva a la unión cuerpo y mente. Además como cada técnica cuenta con una serie de pasos a seguir - que dependiendo del nivel van aumentando en complejidad - también se incorpora la explicación oral la cual deja un mensaje que reafirma virtudes tales como rectitud, respeto, compasión, lealtad, las que en el futuro se van incorporando en su vida, a medida que el niño avanza en la práctica. Antes de concluir la clase y dependiendo del desarrollo de la jornada es que se realizan juegos para volver a la calma y así llegar al saludo final en un estado meditativo y de respeto.